sábado, 04 de agosto de 2007 16:26:33

 

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(04-08-2007) - Agustina Lanusse: Los Intelectuales y el País de hoy
(10-07-2007) - Abuela Ternura (Relato) por Rita G. Bonfanti
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COLABORACIÓN (04-08-2007)
Fuente: Agustina Lanusse para La Nación
Los intelectuales y el país de hoy
"Vivimos divididos, sin confianza en el otro y disgregados"
El filósofo José Luis Galimidi analiza el daño civil que causa el individualismo
Hay pocas cosas que molesten tanto al filósofo José Luis Galimidi como el exceso de individualismo en el que, según dice, vivimos los argentinos en estos tiempos de posmodernidad. Eso, sostiene, nos lleva a estar desconectados unos de otros y a aceptar como un hecho comprobado que somos incapaces de agruparnos y construir una comunidad.
 
“Me sorprende el deterioro en que han caído espacios públicos vitales, como la educación, y aun otros más populares, como el fútbol. Son áreas capaces de brindar mucha riqueza y sentido, pero hoy están deterioradas, porque vivimos divididos, desconfiando unos de otros, y no cumplimos con los acuerdos básicos”, dice.
 
Para este pensador de 48 años, doctor en Filosofía, profesor en las universidades de Buenos Aires y de San Andrés, que además es un excelente cantante lírico (integra el Coro Polifónico Nacional) y un tenista de categoría, el problema de fondo de los argentinos está en que “hemos adelgazado mucho la porción del nosotros que está presente en cada uno”.
 
“Cuando hay disgregación, el espacio se vuelve estratégico y deja de ser fiable. El otro ya no me representa, la cooperación está ausente, se corta la cadena contractual y las responsabilidades quedan limitadas a ciertas articulaciones locales: mi familia, mi grupo, mi fracción", afirma.
 
Y da un ejemplo "de todos los días". Dice que el caos en el tránsito es un insulto y una amenaza grave a la integridad del prójimo, de la que no somos conscientes.
 
Galimidi, acostumbrado a debatir y analizar a fondo cuestiones que hacen a nuestra cotidianeidad -temas que la mayoría de los intelectuales no trata-, insiste sobre la centralidad que tiene la verdad en nuestras vidas y los problemas que entraña su ausencia.
 
-¿Es posible vivir en la verdad?
-Es imposible vivir en la verdad total. Su posesión suele ser esquiva e incierta. Pero también es imposible vivir sin aspirar a dosis de verdad en nuestras vidas. La verdad es una tarea; no un resultado impuesto. Cuesta ponerse en camino para buscarla, porque hay que resignar prejuicios y pereza y hay que estar dispuesto a luchar. La verdad tuya seguramente dolerá a otro, o competirá con la verdad de otro.
 
-¿Qué consecuencias acarrea la falta de verdad en la vida diaria?
-Deteriora nuestra existencia. Su falta toma diferentes formas: ignorancia, opinión liviana, engaño, irresponsabilidad y dogmatismo. Lo peligroso, en cualquier caso, es que sin verdad uno desconfía, básicamente, de sí mismo y de todo lo circundante. Uno no está dispuesto a ponerse a la altura de lo que predica. Ser es ser una promesa de intercambio leal y claro. Ser profesor es prometer que uno va a poner sus conocimientos al servicio del estudiante, que lo va a ayudar a acercarse a los contenidos de la materia. No cumplir con esto es faltar a la promesa. Es no respetarse. Michael Walzer, pensador político norteamericano, hace una distinción interesante entre autoestima y autorrespeto. Dice que la autoestima es una cualidad competitiva: uno la tiene según cómo le vaya en el mercado en habilidades, profesión, belleza. En cambio, el autorrespeto es una cualidad más fuerte, vinculada con estar o no a la altura de la propia dignidad. Creo que hay que arriesgarse a perder autoestima en pos de ganar autorrespeto.
 
-¿Le parece que el engaño se toma como algo natural en todos los ámbitos?
-Sí. ¿Cuánto del "nosotros" está dispuesto cada uno a aceptar dentro de sí mismo? La posmodernidad exacerbó la hiperindividualización y la desconfianza del otro. El engaño es generalizado.
 
-¿Qué características tiene esta posmodernidad en la Argentina?
-Varias: individualización, poca tolerancia a los procesos y a los tiempos lentos, que son los que requieren, por ejemplo, el aprendizaje y la lectura reflexiva; poco apego a las normas, constante incumplimiento de promesas básicas. Vivir en una comunidad implica promesas que hoy no se están cumpliendo. La promesa de que si uno estudia y tiene carácter y voluntad conseguirá un puesto de trabajo acorde con su preparación, de que alcanzará cierta estabilidad laboral y cierto bienestar. Hay una sensación de desazón que tiñe todo. No se ve en el otro el reconocimiento al mérito, al esfuerzo, al trabajo, a lo que de verdad tiene valor. La línea entre verdadero y falso se diluye. Otra característica es la disgregación. Falta cooperación, los contratos más básicos no se cumplen, se encarece el costo de las transacciones y el espacio se vuelve estratégico. Entonces, ¿por qué no mentir? La mentira está presente en todos los ámbitos desde la pequeña trampa individual hasta la corrupción en la administración de justicia...
 
- ¿Qué otros problemas colectivos urge resolver?
-Lo que hoy hace peligrar nuestra existencia como comunidad es la brecha feroz que hay entre incluidos y excluidos. Si no se pone como plataforma política urgente terminar con la indigencia, nuestra comunidad es una mentira. Hay que decirlo. Es grave que se tome la exclusión como algo natural. Creo que en buena medida esto se debe a que la realidad se redujo a relaciones legítimas del tipo "te doy para que me des", lo que es propio del mercado de trabajo. Otro problema serio es la educación. Se convive con el deterioro profundo de la escuela secundaria. Los alumnos no demuestran el menor pudor por sus lagunas académicas o por su pobre bagaje cultural. El conocimiento carece de significación ante sus ojos. Por otra parte, los maestros no tienen reconocimiento social. Sin educación, el pueblo se desconstituye, pierde soberanía y se vuelve mera multitud anómica y dominada.
 
-Usted ha escrito sobre la pandemia de accidentes de tránsito. ¿Cómo se entiende tanta irracionalidad al volante?
-Eso refleja otro deterioro del espacio público. Es insólito que personas civilizadas en sus ámbitos de trabajo, que hacen la cola en el cine, salgan a la calle a zigzaguear y a exigir paso. Sin decirlo, están amenazando de muerte a los demás. Las actitudes que están detrás de la inconducta vial son la prepotencia, la idolatría por la tecnología, la agresividad, el desprecio machista por la cortesía y la urbanidad. Son conductas propias del individuo que se abandona al dominio de la masa.
 
-¿Por qué cuesta tanto acatar normas y es tan bajo el nivel de apego a la ley?
- El déficit de legitimidad, entendida como ese plus espiritual o ideológico que transforma el poder en autoridad, es evidente. La ley y la norma son la expresión de una voluntad investida de autoridad y poder. La mengua de alguno de estos elementos debilita los estímulos de la población para obedecerlas. Por un lado, al poder político le falta autoridad cuando la gente siente que el funcionario o el sistema político no están al servicio del bien común. Ley sin autoridad es, para el ciudadano, voluntad autoritaria. Esto se llama crisis de representación. Si no me representan, entonces no veo por qué tengo que obedecer. Por otra parte, a la autoridad pública se le corroe el poder cuando la población en general, pero en particular los grupos más favorecidos, cuidan exclusivamente sus beneficios y caprichos privados. Yo apostaría a la capacidad de palanca de la educación y, simultáneamente, a la administración de justicia. Mayor educación propicia una mayor demanda de autoridad legítima. Mayor capacidad judicial contiene los excesos propios de un sistema socioeconómico individualista y competitivo.
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COLABORACIÓN (10-07-2007)
Por Rita Bonfanti.
Abuela ternura (Relato)
Tenía un carro y un caballo con el que llevaba verduras y frutas de barrio en barrio.
 
Pero no era “el Verdulero” era, Don Cosme y cuando viejo “El Abuelo Cosme”.
 
El caballo llevaba una mantita tejida al crochet por Emilia, su mujer, que era “una Santa”: cuidaba los hijos, a él “su marido”, la casa, el carro, el caballo, el perro, la gatita, los canarios de la jaula y hasta la lora del parral.
 
Don Cosme salía a la madrugada de Lunes a Sábados al Mercado Central y detrás de su carro un cartelito vociferaba “…Mirá mi carro de arriba a bajo, yo lo gané con mi trabajo…”
 
Mientras un farolito a querosene, le daba luz y efecto con su bamboleo.
 
Emilia le ayudaba a atar el caballo, le ponía la mantita, le acariciaba las crines mientras le cebaba mate y se quedaba después de un beso ruidoso en la mejilla con el mate en la mano izquierda apoyada en su corazón y la derecha saludándolo hasta que en la primera curva desaparecía el farolito danzarín.
 
A la tarde con la caída del sol, Cosme regresaba, ella lo esperaba cronométrica parada en la puerta y otra vez tenía un mate calentito apoyado en su corazón y la mano derecha en alto haciendo señas y descansando cada tanto para acomodar su peineta sujetando el pelo que el viento desordenaba.
 
En el patio, una silla de paja, una toalla y una palangana con agua y sal, eran el premio de amor a Cosme que llegaba cansado, sudoroso, con los pies hinchados como empanadas.
 
Él se desmoronaba en la silla y se rascaba las sienes sacándose la gorra.
 
Ella liberaba sus pies retirando las alpargatas y ponía uno a uno amorosamente en el agua.
 
Los acariciaba y con el pan de jabón los masajeaba con ternura, agregando de tanto en tanto agua caliente de una pavita negra que hervía en el brasero.
 
Y así empezaba el diálogo.
 
_ Vendí mucho, poco, nada, me estafó la gringa, perdí un manojito de billetes, llovió bastante y paré debajo de un toldo. Luego sequé al caballito.
 
_ ¿Y vos?
 
_ Yo seguí así nomás, el caballito es único y si se enferma nos quedamos sin trabajo. La lechuga estaba muy cara, compré medio cajón y vendí dos plantitas. La papa como siempre llevé 20 Kg y los vendí todos; la fruta poco, la gente no tiene guita y compran lo justito. En el bolsillo de mi saco está la libretita del fiado.
 
Emilia revisaba…
 
_Hay muchos atrasados.
 
_ Pero yo les vendo igual vieja, porque esa pobre gente tiene chicos y comen mucho. Ya pagarán.
 
Ella le secaba los pies, le ponía las chancletas y le cebaba mate mientras hervía el puchero con todas las verduras que el separaba porque no eran vendibles: las machucadas, las semipodridas y las casi resecas de varios días. Pero esa mixtura amorosamente depurada exhalaba un vapor oloroso que servía de aperitivo para la cena temprana, porque había que acostarse para madrugar.
 
Pasados muchos años la vida continuó y en un momento dialogan con el cuadro de Emilia, su hija y su nieta…
 
_ Mamá Emilia, papá cuenta todos los atardeceres lo mismo, antes de dormirse “…que un día vendieron el carro y el caballo porque él ya estaba viejo y eran más los días enfermos que los que salía a vender… que los dos se abrazaron y lloraron mientras el comprador desaparecía en la primera curva y el farolito bailarín ya no se veía…”
 
_ Abuela Emila, el abuelo se duerme sosteniendo una vieja fotografía tuya cuando eras su novia, con rosagantes 17 años y pone una almohada larga junto a su cuerpo porque dice que extraña que no estás a su lado.
 
Rita Bonfanti.
 
“Escribí esta historia una madrugada y la emoción me hizo llorar. Después me volví a dormir y al despertar y releerla noté que había dejado correr la fibra cargada con el amor de Emilia y Don Cosme”. La autora.
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COLABORACIÓN (24-06-2007)
Por Rita G. Bonfanti
Un andar angelado
Reinventamos la risa y la idea de ser buenos,
de sentir que las piernas nos sirven todavía
que vuelven las caricias
y que todo es posible si soñamos.
 
Que vos estás a tiempo de escuchar mis llantos
y sentir que mis manos
pueden curar heridas todavía
y escribir profecías
y abrigar cunas donde nuestros hijos
puedan dormir felices
para olvidar que a veces
estamos desolados
que bajan las sombras y
perdemos el ángel.
 
Cuando abrimos los ojos y todo es otra cosa
no me da la mirada para verte
que tan lejos no estás.
La injusticia los hiere
¿Qué nos está pasando?
llorar ya no me alcanza
los silencios nos matan
el dolor es amigo
el miedo es casi nada.
 
Se fueron los abrazos y
uno a uno los besos de ternura.
Saboreamos la vida
y quemamos los sueños
en una inmensa hoguera.
 
Los días continúan
con un paso distinto
ni lento ni apurado…
me lleva a las estrellas
un andar angelado.
 
Rita Bonfanti - 22/06/07
 
Rita G. BonfantiSantotomesina, hija de inmigrantes italianos vinculados industrial y socialmente con la Argentina, universitaria posee el título de Química Analista Industrial y Bromatológico otorgado por la Facultad de Química de Santa Fe; ex docente universitaria y terciaria, de escuelas secundarias y bachilleratos de adultos. Aprendiz de escritora desde siempre. Concurrió a talleres literarios.

Es además guía de turismo, profesora de italiano y de danzas nativas. Fue la primer concejal mujer en el Consejo Municipal local. Fundadora y coordinadora del "Mini Salón de la Mujer", entidad cultural privada abierta a la comunidad.

Presentó en Bariloche el 3 de Marzo de 2006 un Poemario en CD titulado "De mi piel manuscrita" en la Sala de Prensa Municipal "Isabel Moreiras" en el Centro Cívico de la ciudad mencionada y presentado por el Grupo de Lectura "Poenautas Conjurados" donde concurre desde hace varios años.

El mismo trabajo fue presentado en la Feria del Libro de Santo Tomé en el año 2006.
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